Andrés Guillermo Ángel no es geólogo, pero le atina con exactitud a los temblores que ocurren en La Mesa de Los Santos cuando la ventana de su habitación se estremece con los sismos.
El hombre, que parcela lotes para la construcción de cabañas turísticas, sabe que cada vez que se mueven los vidrios de la ventana del segundo piso es porque se está registrando uno de los cerca de 20 temblores que ocurren en esta zona de Santander en un día.
«Con el tiempo aprendí a diferenciar entre los sonidos que producen en la ventana el viento y los temblores. Mientras la brisa mueve ligeramente el vidrio por periodos más largos, los temblores originan movimientos de mayor intensidad», precisa Ángel, quien con sus dos hijos y su esposa vive en la vereda El Tabacal.
Su municipio es considerado el segundo nido sísmico del mundo, después de la región del Hindu kush (Afganistán), y de acuerdo con Carlos Alberto Vargas, presidente de la Sociedad Colombiana de Geología y profesor del Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional, la región registra hasta 40 movimientos telúricos diarios, aunque en magnitudes muy pequeñas.
Lo que es anómalo del evento de esta tarde, afirma Vargas, es la dimensión. “La energía que se liberó fue alta y a una profundidad relativamente grande, a más de 160 kilómetros”, dice, aunque advierte que, por lo general, los sismos provenientes de esta profundidad no son destructivos y difícilmente afectan la superficie o generan grandes impactos.
Según el experto, la alta frecuencia de temblores en La Mesa de Los Santos es un verdadero enigma para la sismología, y explica que científicos colombianos y de varios países han abordado diversas teorías para explicar este comportamiento, pero el debate aún continua.
La más conocida tiene que ver con la presencia de la paleo Placa Caribe, una placa litosférica de más de 100 km de espesor que subyace el norte de Colombia, pero que a su paso por La Mesa de Los Santos presenta un comportamiento anómalo: “asociado a la propagación de una fractura, o la transformando de su composición”, dice Vargas.
El científico, que ha estudiado la zona, cuenta que, en su cotidianidad, la gente del municipio ya se ha acostumbrado a los sismos, “conviven con el fenómeno”, cuenta.
De hecho, dice, el Estudio General de la Amenaza Sísmica de Colombia, base de la actual reglamentación para la Construcción Sismo-Resistente plantea unas condiciones (materiales, técnicas y protocolos) bajo las cuales se puede construir en La Mesa de Los Santos y toda el área metropolitana de Bucaramanga.
Martín Torra Villabona, de 79 años, es uno de los habitantes de Los Santos. Cuenta que «aunque en 1954 se cayó la torre de la iglesia y la capilla del cementerio, ya estamos acostumbrados a esos movimientos», sensación que no comparten sus familiares que viven lejos, pues cada vez que dan noticias de que tembló en la zona no paran de llamarlo para saber cómo se encuentra.
Aunque los temblores son el pan de cada día, no deja de haber particularidades en Los Santos.
Según algunos habitantes de la zona, antes de un temblor salen decenas de cucarachas y los perros ladran más de lo normal. «Se escucha como un trueno que ruge en el interior de la tierra. Es que acá se está acomodando todavía la tierra», expresa Laura Rueda Serrano, propietaria de una tienda en cuyas paredes se dibujan varias grietas.
Fuente: El tiempo.com