El hallazgo en la mañana de ayer de los cadáveres de Natalia García Gil y sus dos hijos menores de 5 y 7 años, un niño y una niña, en una parcelación de la vereda Hojas Anchas, de Guarne, presuntas víctimas de Jaime Iván Martínez Betancourt,es considerado por la Fiscalía como el indicio de que este sujeto, en realidad, es un “asesino en serie” y que sus víctimas serían 25 personas, como él mismo lo ha confesado.

El domingo, en el mismo predio -una finca que estaba a su cuidado- los antropólogos forenses de la Fiscalía habían hallado el cuerpo sepultado de María Gladys Arango Cuervo, de 51 años, quien estaba desaparecida desde el 19 de enero pasado y quien sería otra víctima del presunto homicida.

Luis González, director de Seccionales y Seguridad Ciudadana de la Fiscalía General de la Nación, aclaró que la identificación de las víctimas es preliminar, pues faltan los cotejos de ADN para la confirmación plena de las identidades y luego pasar a excavaciones en otro predio del Oriente, donde habría más víctimas.

“Sin escrúpulos”

Jaime Iván Martínez Betancourt, de 44 años, fue capturado la semana anterior luego de que el Gaula del Oriente antioqueño allanara la parcelación a su cargo y allí hallara elementos pertenecientes a María Gladys y Natalia y presuntamente de otras de sus víctimas. El actuaba con crueldad pues usaba un nylon para decapitar a las personas que caían en sus manos, al parecer, en su mayoría mujeres.

Según pudo establecer la Fiscalía, a María Gladys, residente en la vereda San José, de Guarne, también la quemó y luego la sepultó en el mismo lote donde había enterrado a Natalia, que era su compañera sentimental, y los dos hijos menores de esta.

En las declaraciones ante las autoridades, el sujeto ha confesado que sus víctimas serían 25, varias sepultadas en otras fincas del Oriente y en el Valle del Cauca.

“De acuerdo a lo que él nos ha venido informando en los interrogatorios, de que en esa finca había cuatro cadáveres (los mismos encontrados), eso nos da un pie de credibilidad en lo que esta persona capturada está diciendo. Estas personas fueron asfixiadas con una cuerda de nylon y el primer cadáver lo había quemado, lo que corresponde a lo hallado”, detalló González.

Nadie le creía

Lo que más ha sorprendido a las autoridades es la frialdad y la tranquilidad con la que Martínez Betancourt ha confesado sus crímenes.

Dice un oficial que ha estado en los interrogatorios, que “Jaime Iván es un hombre sin escrúpulos” y que se ve tan frío, “que no tiene perdón de Dios”, al haber sido capaz de ahorcar con una cuerda incluso a los hijos de Natalia, que fueron sus hijastros, hasta el pasado mes de noviembre, cuando desaparecieron y dejaron de ir a la escuela, que fue el elemento que despertó las sospechas sobre su presunta participación en el hecho.

En la vereda Hojas Anchas, pocos se atreven a decir algo de él. Un vecino afirma que un día lo escuchó llorar, “mientras decía que había matado a lo que más quería”.

En una empresa de químicos en la que laboraba hacía 8 meses, los empleados cuentan que el hombre solía narrar historias tan crueles, que nadie les daba credibilidad y lo veían más como un hombre con delirios de criminal sin llegar a serlo. Sus historias eran tan inverosímiles que en la empresa le decían “el tramador”. “Decía que ahorcaba mujeres y las enterraba, pero nadie lo tomaba en serio”, dice uno de sus compañeros.

Sostiene que un día planeó asesinar a un compañero por el que sentía antipatía: “dijo que lo invitó a comer para matarlo en la finca, pero se salvó porque cuando iban llegando el man se arrepintió y se devolvió, aunque en ese momento no sabía lo que planeaba Martínez en su contra”.

“Yo lo veía que llegaba a la tienda o al kiosco a tomarse un café y fumar cigarrillo, pero no hablaba nada y solo saludaba a una que otra persona”, narra Beatriz Iral, vecina de Hojas Anchas.

Los familiares de María Gladys, que la vieron por última vez el 19 de enero cuando se despidió para hacer una diligencia en la Personería de Guarne, a donde nunca llegó, temen por sus vidas, pues en el proceso de búsqueda dicen haber recibido amenazas.

“Llegamos a colgar más de 500 afiches de ella por todo el Oriente y siempre los quitaban”, relata una sobrina, que pide protección de las autoridades, pues siente que el victimario no actúa solo para cometer sus crímenes.

En la fábrica comentan que incluso solía preguntar que quién sabía algo de Gladys María, lo que ahora ven como una táctica para despistar y no levantar sospechas. El investigador González confirma que se quedaba con los celulares de sus víctimas y luego ponía mensajes para hacerles creer que seguían con vida.

Fuente: Elcolombiano.com

Youtube channel embed plugin by jaspreetchahal.org