La voluntad no nace siempre del Estado. Ese es el principio de las reservas naturales privadas que, declaradas o no, son una alternativa para conservar el medio ambiente.

La clave consiste en que el terreno que desea convertirse en un área de este tipo tenga un ecosistema estratégico que haga posible la declaratoria.

En cuestión de cuatro años, por ejemplo, en el Oriente antioqueño pasaron de tener dos Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Rnsc) a las 15 existentes a la fecha.

Estas, junto a las 13 que registran Corantioquia y Corpourabá en su jurisdicción, completan 28 en el departamento.

El coordinador de Bosques y Biodiversidad de Cornare, David Echeverry, explicó que la documentación, con detalles de las hectáreas en estudio, la analiza Parques Nacionales de Colombia, autoridad que da luz verde o no al nacimiento de las Rnsc.

“Lo ideal es que sean áreas boscosas, donde hayan fuentes hídricas, o hábitats para ser recuperados ambientalmente. Desde la corporación acompañamos el trámite que puede tardar desde dos hasta seis meses o más, dependiendo de la cantidad de información que exista”, indicó.

Por lo general, estas reservas no superan las 500 hectáreas. La ingeniera ambiental y docente de la Universidad de Medellín, Marisol Yepes, subrayó que en estas extensiones los propietarios deben comprometerse a conservar, preservar, restaurar y hacer uso sostenible del lugar.

Pequeñas, pero vitales

Corantioquia exalta la Reserva Orquídea, en Jardín, con una extensión de 164 hectáreas, lejos de las 27.962 que tiene un área protegida cercana como Cuchilla Jardín Támesis, pero que igual contribuye a la preservación de especies como el oso de anteojos o el puma.

Por otro lado, Echeverry menciona a Torrelavega, en Puerto Triunfo, un terreno de 158 hectáreas cuyos dueños quisieron declarar como Rnsc para recuperarlo ambientalmente por el desgaste que había ocasionado la ganadería.

Los beneficios para los propietarios van desde exenciones parciales o totales de impuestos prediales (dependiendo de cada municipio), hasta el acceso a fondos de cooperación que apoyan la protección de ecosistemas.

Yepes comentó que estos recursos se consiguen a través del Ministerio de Ambiente, pero también de entidades internacionales como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional o el Fondo Mundial para la Naturaleza.

Reservas sin declaratoria

Otras áreas ni siquiera tienen una ruta declaratoria pero también son lugares que, por iniciativa privada, se volcaron para proteger la fauna y la flora existentes en la zona.

Es el caso de la Reserva Natural Río Claro (500 hectáreas), ubicada entre San Francisco y Sonsón, que desde hace 48 años pertenece a la familia Garcés, quienes a la vez que explotan ecoturísticamente el lugar, reinvierten entre el 60 y 70 % de los ingresos en el mantenimiento del cañón de mármol por donde baja el afluente.

“También buscamos comprar más terrenos, en coordinación con los campesinos locales, para proteger esta cuenca y llegar a las 4.500 hectáreas”, expresó Juan Carlos Garcés, hijo del fundador de la reserva.

El sitio, además de las atracciones turísticas, ha sido el sitio de investigaciones botánicas y de fauna de universidades regionales y nacionales, y un centro visitado por estudiantes de colegios en busca de inmersión natural.

Echeverry y Yepes destacaron a Río Claro como una estrategia pertinente que, pese a no tener declaratoria de Parques Nacionales, logra regular el ecoturismo en armonía con los ecosistemas del lugar.

“Ojalá todas estas reservas pudieran seguir el camino de la declaratoria, pero en últimas lo fundamental es la conservación de las especies que las habitan”, anotó Echeverry.

Garcés reveló que sí han contemplado convertirla en una Rnsc, pero aún no han terminado de construir su proyecto, que busca que a futuro este sitio no pueda venderse ni destinarse para otra cosa que no sea la defensa del territorio natural.

Fuente: El Colombiano

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