La primera vez que la líder Pastora Mira volvió a transitar por la vía que de antaño comunica a San Carlos con Granada, en el oriente antioqueño, le advirtió a Hugo Ciro, conductor de un Trooper en el que se transportaban, que aunque tuvieran miedo, debían pisar otra vez aquel camino polvoriento y olvidado.

Era 2006 y la zona apenas resucitaba de un conflicto armado sangriento, cuya arteria principal fue esa carretera de 42 kilómetros, dos horas de recorrido y menos de medio tramo pavimentado.

Despacio, tardaron tres horas y media esquivando piedras y rastrojo. En los patios de las casas deshabitadas aún había camuflados colgando de los alambres y los muros fueron invadidos por el tiempo y la maleza.

Hoy, emocionada, Pastora cuenta la mejor de las noticias: la distancia entre San Carlos y Granada se reducirá de 75 a 40 minutos con la pavimentación de 24 kilómetros de camino de herradura que faltaban.

Los retenes y el miedo

Una década antes, los retenes en esa vía, a pocos minutos de la autopista Medellín-Bogotá, se convirtieron en una estrategia de guerrilleros y paramilitares para controlar la circulación de la población y demostrar el dominio sobre el territorio.

De hecho, según el informe ‘San Carlos, memorias del éxodo en la guerra’, del grupo de Memoria Histórica, en el trayecto hacia San Carlos podían realizarse hasta cuatro o cinco paradas de grupos armados, y la mayoría fueron antesala de quema de vehículos, masacres, asesinatos selectivos, secuestros y desapariciones.

Entre 1998 y 2005, aunque arreciaban los combates y el terror, Edilson Quintero nunca dejó de transportarse en su escalera. Más que trabajo, la rutina de salir de su casa en las madrugadas y de regresar en las noches cargado de relatos, era su forma cotidiana e invisible de hacer paz.

Aunque a San Carlos llegaron seis grupos armados que participaron de 33 masacres y obligaron a cerca de 20.000 personas a desplazarse, Edilson fue uno de los 5.000 que resistió.

Resistió para transportar por la temida vía a quienes debían ir de urgencia a Medellín para una cita médica, a quienes no vieron más opción que huir con sus gallinas y sus trastos y a quienes debían buscar alimentos en municipios cercanos, porque en el suyo las vitrinas de graneros y tiendas daban desconsuelo.

Resistió también para recoger a los muertos sin nombre ni dueño que aparecían por la carretera y que dejaban una estela de podredumbre a varios metros de distancia y, tal vez, para entender la fortuna de quienes logran conservar su vida en medio del conflicto.

En los retenes, quienes sobrevivían eran interrogados; les solicitaban el documento de identidad, que era contrastado con “las listas de la muerte”; sus pertenencias eran requisadas y muchas veces confiscadas; eran maltratados verbal y físicamente, y humillados con preguntas inquisidoras sobre su apoyo a determinado grupo. Otros tantos, incontables según las autoridades del municipio, nunca regresaron.

Por la vía que comunica a San Carlos con Granada la estrategia bélica eran los retenes. De hecho, según Memoria Histórica, en versiones libres rendidas ante Justicia y Paz, varios desmovilizados del Bloque Metro y Héroes de Granada de las Auc hicieron alusión a las detenciones como una estrategia de control de la población. “Para ello se vestían con uniforme camuflado y portaban sin falta los listados. Aprovecharon estos retenes para apropiarse del dinero y de los bienes que transportaban las personas”, reza el documento.

Así fue hasta el 2002, cuando tuvo lugar la masacre de Dosquebradas, más de medio pueblo se desplazó y la vía se convirtió, dice Pastora Mira, “en una quebrada seca, deshabitada, intransitada y a merced de los armados”.

La esperanza que tuvo el pueblo por más de 40 años para que esa carretera se pavimentara y permitiera llegar más fácil a Medellín, a municipios cercanos, al Magdalena Medio y al desarrollo, se vio opacada.

Pastora recuerda que el costado que daba a la vía desde las veredas Betulia, Dosquebradas, Tupiada, Arenosas, Chocó, Palmichal, La Hondita, Calderas y Ortoná, parecían pueblos fantasmas.

Incluso, los gobernantes viajaban en helicóptero y había un sector al que llamaban La Berraquera que recibió el apodo de ‘cementerio de los carros’, porque allí la guerrilla mantenía un sinnúmero de vehículos desvalijados y las viviendas cercanas las quemaron.

No obstante, con los primeros pasos de Pastora y con el rumor que corrió de que por la vía ya solo había silencio y una oportunidad de reconstruir, la gente retornó de a poco, quitó la maleza con machete al hombro. En 2008 comenzó el desminado, en 2012 buena parte de las veredas recuperaron su vida y en una década 14.000 habitantes han regresado.

Faltaba entonces el pavimento, y justo este año, con la aprobación del Consejo Superior de Política Fiscal (Confis) de recursos por 2,27 billones de pesos para la ejecución de obras a cargo del Invías, el Gobierno Nacional entregó los 32.000 millones de pesos necesarios para la pavimentación de la vía Granada-San Carlos.

La vía, una reparación

A Pastora y a las personas de la región, más que una contribución al desarrollo y la infraestructura de los dos municipios, la pavimentación les parece un gesto claro y necesario de reparación colectiva luego de casi 20 años de conflicto armado.

Miguelito Castaño, líder de la vereda Ortoná, cercana a la vía, mientras bebe un sorbo de aguapanela fría y se acomoda su camisa blanca de domingo, cuenta que el Ejército lo acusó de “bolear candela” con la guerrilla, y que más de una vez, cuando arreciaban los combates, tuvo que esconderse monte adentro durante varios días. Sin embargo, para él, haber regresado a su tierra, lo hace el hombre más afortunado del mundo.

Ángela Escudero, de Dosquebradas, también a bordo de la vía, reconstruye un rancho, levanta platanales, siembra yuca, cuenta anécdotas a carcajadas, y así calma la pena de que en su calle le hayan matado al hijo mayor, a Pedro Alfonso Giraldo Escudero, mientras ella veía una telenovela.

Entretanto, la casa de la Berraquera volvió a ser habitada, Edilson Quintero, cuenta, ahora transporta abarrotes, y según Pastora, los dos pueblos “vencimos el miedo, recuperamos territorio y conseguimos lapaz con valentía”.

Fuente: El Tiempo

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