– Dora Nelly Bedoya ha liderado un destacado proyecto productivo para el retorno de desplazados en San Carlos. Con formación y recursos, Antioquia la más educada le ha apostado a este milagro.
Si hay un santo al cual encomendarse, San Carlos parece el más indicado. Al menos el pueblo que lleva su nombre en Antioquia parece demostrarlo. Es tierra fértil para ello, hay datos para interpretarlo así: sus habitantes no sólo tienen una particular habilidad para reponerse de las terribles tragedias del conflicto armado, sino que también, algunos de ellos, pueden multiplicar peces. Dora Nelly Bedoya, es una de las multiplicadoras.
Siete años atrás llegó con su esposo a ese municipio del Oriente de Antioquia, cuando el conflicto armado que durante años afectó a sus habitantes, por fin dio tregua y miles de ellos pudieron retornar a sus parcelas ya tupidas de rastrojo, a sus casas de tapias ya corroídas por la soledad.
De los años de violencia quedaban los mensajes escritos por paramilitares y guerrilleros en las paredes de las casas, y el punzante recuerdo de los que murieron en masacres, estallados en pedazos por las minas antipersonales o caídos entre el cruce de balas de tomas guerrilleras. Nada bueno.
Pero, paradójicamente, valga decir que “no hay mal que por bien no venga”, porque Dora conoció a su esposo, Rafael Antonio Ramírez, gracias al desplazamiento. Sí, se enamoraron en Medellín luego de que Rafael, sus padres y 10 hermanos, con el miedo a cuestas, decidieran dejar San Carlos en enero del 2003, tras la masacre de 18 personas en una vereda cercana a La Arenosa.
“Cuando vos y yo nos vimos allá en la finca, hacía apenas un año que habíamos retornado del desplazamiento, ¿te acordás?”, dice con el asombro que le provoca reencontrarse con el mismo periodista que siete años atrás la había visitado en El Refugio Raybe —conjunción de los apellidos de la pareja—,esa finquita enclaustrada entre las montañas sancarlitanas. Un nombre, evidentemente, cargado de simbolismo tras sus años de desplazamiento.
La historia que había que cubrir, en ese momento, era otra. Fue contada por el periodista, palabras más palabras menos, de la siguiente manera: dos campesinos a los que todavía se les ve en los ojos la zozobra de la guerra, deciden retornar a su tierra. La suya es una sencilla casa, rodeada de otras inhabitadas y maltrechas. Desde el corredor se observan dos estanques en los que nadan tilapias y cachamas y que, asegura la pareja de retornados, son la esperanza para “reiniciar la vida”.
Entonces, el reencuentro provocado por el azar trae al presente un golpe de esperanza, porque resulta que Dora Nelly, la tímida mujer de años atrás, es ahora otra. Lo dice con un tono cargado de seguridad: “hace siete años vos conociste a una desplazada. Hoy estás frente a una empresaria”.
Luego hace una lista de logros que, en efecto, no pueden venir de otra más que de una empresaria: de dos estanques, pasaron a tener 16, lo que equivale a unos 24 mil peces. Y para que no quede duda, en la pantalla de su celular arrastra con el dedo índice varias fotografías en las que aparecen esos espejos de agua que hoy colonizan su tierra.
Pero la empresaria fue más allá: se empecinó en reactivar la Asociación de Piscicultores de San Carlos —Asopisan—, que aunque fue conformada en 1999, el desplazamiento masivo sepultó. Así que Dora Nelly, desde el 2007, convocó a 25 paisanos y tocó puertas en instituciones públicas y privadas para reactivarla. Fue presidenta durante seis años de esa agremiación que hoy cuenta con 99 familias asociadas.
De hecho, uno de sus grandes aprendizajes fue acoplarse al trabajo con otros. “La educación ha sido fundamental para llegar donde estamos, sobre todo en el tema de la asociatividad, porque la asociatividad nos hizo emprendedores. Ya no necesitamos de un funcionario que nos haga un proyecto, no, nosotros somos capaces de hacerlo. Y mucho de eso ha sido gracias a la formación y capacitación con Antioquia la más educada”, dice Dora Nelly.
Semanalmente Asopisan comercializa hacia Medellín una tonelada y media de pescado. Para lograrlo, sus asociados recibieron en el 2013 un empujón que beneficia directamente a 52 familias. Asopisan obtuvo, entonces, una inversión de más de1.100 millones de pesos generada mediante el Proyecto Apoyo a Alianzas Productivas, en el que participaron Antioquia la más educada, el Ministerio de Agricultura, Asopisan, Cornare y el municipio de San Carlos.
Además, en el 2013, 25 productores —desde luego Dora entre ellos—, participaron en la Escuela de Campo en piscicultura, promovida por la Secretaría de Agricultura departamental a través del Sena. Y con aportes por más de 250 millones de pesos de la Gobernación, el municipio y el Departamento de Prosperidad Social, fue un hecho la construcción de la sala de procesos y el centro de acopio piscícola del municipio.
“Tenemos la sede en la plaza de mercado del municipio. Tenemos 33 veredas que participan. Tenemos empleo para 12 personas de las familias piscicultoras. Y tenemos aliados comerciales en Medellín”, dice Dora, haciendo especial énfasis en ese posesivo plural que evidencia que todos esos logros corresponden al trabajo de muchos otros.
Y dice, además, que el tema de la legalidad también es algo en lo que han venido trabajando con responsabilidad, especialmente en el cuidado del medio ambiente y en tramitar las concesiones de aguas y los permisos de cultivos que confiere la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca —Aunap.
“Como dice el gobernador, Sergio Fajardo, no queremos estar en la ilegalidad, por eso ahora buscamos tener los registros del Invima, y mantener las buenas prácticas agrícolas y manufactureras”, cuenta, como excusa para impulsar los chorizos, butifarras y carne de hamburguesa que ahora hace con sus pescados.
“Son riquísimos. Tenés que ir a San Carlos para que comás”, dice antes de despedirse con un abrazo. Y, entonces, de verdad, uno quisiera volver al Refugio Raybe, no solo para probar el chorizo de tilapia, sino también para corroborar lo que las palabras, la sonrisa y la mirada orgullosa de Dora Nelly grita: que no todo tiempo pasado fue mejor.