Desde el día en que tomé en mis manos el libro del escritor colombiano Germán Castro Caicedo, La Bruja, inicié la lectura y no solté el libro hasta verle el fin a dicha historia, pues la crónica en su parte de desenlace tenía que ver directamente con un sacerdote muy querido y respetado en el Municipio, se trataba del padre Guillermo Gil.
Al leer detenidamente la historia de Amanda, pensaba qué bueno que algún día se me diera la oportunidad de conocer a la autora de esta historia, la que hace que a sus lectores se les erice la piel ante semejantes sucesos, que involucraban a pueblos, ciudades, y hasta grandes personalidades de la política y la farándula.
Y la vida me brindó la oportunidad de conocer a esta mujer de baja estatura, piel blanca y enérgica, pese a sus 65 años. Ahora ansiosa por ayudar a solucionar los problemas de los más necesitados. Desde la segunda llamada nos pactamos una cita. Yo llegué con media hora de anticipación; la verdad estaba muy ansiosa y no quería correr riesgos de perder la oportunidad de conocer de primera mano esta historia.
Amanda me mandó sentar y dijo: “escuchen con atención, no me gusta repetir, pero primero pongámonos en manos de Dios, Él tiene que estar presente en todo lugar”. Después de ello, sentí que había mucha tela por cortar y muchos detalles por escudriñar.
¡Inicié el interrogatorio!
Bueno doña Amanda, ¿cómo fue que inició la historia que marcó su vida y la de muchas personas más?
“Yo era una jovencita oriunda del municipio de Fredonia, Antioquia. Hija de un hogar católico, en el que se rezaba el rosario todos los días. La participación en la eucaristía era sagrada el fin de semana; en fin, un hogar antioqueño tradicional en sus costumbres religiosas.
Un día estaba reunida en la casa de una amiga y allí llegó un teniente del Ejército y nos leyó las cartas, le dije: ‘yo quiero aprender’, y aprendí con gran facilidad y empecé a practicar, luego me enseñaron a leer el cigarrillo, el tabaco, en fin, sin pensarlo y sin medir consecuencias me convertí en una gran bruja.
Cuando hacía los trabajos y cumplía con lo que los clientes querían, ganaba mucha popularidad y dinero y pensaba para mí: ¡soy una grande, tengo poderes sobrenaturales!, y así me convertí en una de las brujas más populares y reconocidas, fue tanto así que llegué a trabajarle a grandes personalidades de la agenda política y del jet set del momento. Inclusive, una vez le
”brujié” a una candidata del Reinado Nacional de Belleza, hasta me mandaron los tiquetes para que viajara a Cartagena, esta niña ganó el reinado y eso que la preferida era otra, pero yo hice y deshice hasta que la candidata por la que me pagaron, ganó. ¡Eso sí me hizo sentir poderosa, pero igualmente vacía!
Los días pasaron y mi soledad y ganas de alejarme crecían, pero el diablo no me dejaba, porque él también tiene poder y usa muchas estrategias. Yo pasaba mis días entre brujería y entre clientes, entre una cosa y la otra, pero siempre tenía plata y a la vez vacío y amargura.
Así pasaron muchos años hasta que todo empezó a revertírseme. Me llegaron las enfermedades, la pobreza, la pérdida de la familia. En esos ires y venires conocí a Monseñor Alfonso Uribe, él inicio el proceso de exorcismo y sanación hasta que llegó el momento en que el mismo Monseñor me mandó a buscar ayuda urgente, y me remetió a donde el padre Guillermo Gil, que en ese entonces trabajaba en Alejandría, un pueblo que nunca olvidaré.
Gracias a una amiga que nos dio los pasajes, viajamos al Municipio, el camino se hizo eterno, pues hace 25 años las carretas eran casi caminos de herradura, bueno, pero finalmente llegamos y de inmediato buscamos al padre. Él nos dijo: ‘me da mucha pena pero los miércoles no trabajo, solo martes y viernes. Nadie sabe lo que sentí, mientras él hablaba se asomó a la ventana que da a la calle en el lugar donde trabajaba, y vio al frente a mi esposo; se emocionó y dijo ‘ay, él es el hijo de la mujer a la que le debo todo, ello me colaboró con mi estudio; miren las cosas de Dios, eso fue una casualidad inmensa. La madre de mi esposo había ayudado al padre a que se ordenara sacerdote y hoy Dios y la vida estaban ahí permitiendo que el presbítero Guillermo nos ayudara…
Así el padre empezó a hacerme el exorcismo, la lucha por sacarme todos los demonios no fue fácil. Le cuento, habían momentos en que yo le tiraba al padre, una voz me decía: ¡mátalo, tírale a la yugular! Yo le tiré, él me puso la custodia y yo caí al suelo, el padre le decía al espíritu que me poseía: ‘te voy a mandar ante Dios’.
A estas alturas de la entrevista, ya pensaba en el momento de plasmar cada gesto, cada cosa que ella me decía. Nadie sabe las formas de su cara y lo triste de su mirada cuando de estos temas La Bruja hablaba.
Amanda continuó: “Él era un hombre muy fuerte. Cuando invocaba al Santísimo caía tierra del techo. En fin fue algo muy largo. Cuando terminó, el Padre me dijo: ‘¿qué ves?’ Yo le dije que a Santa Rita, un Cristo y la Virgen, bajo la advocación de la Rosa Mística, el padre me dijo: ¡hemos triunfado!”.
Yo feliz sonreía al verla y comprender que el bien siempre triunfa sobre el mal, y que la bruja más famosa y grande que ha tenido Colombia, vino a dar a Alejandría, el pueblo conocido como el Remanso de Paz y donde ella logró su corazón sanar y hoy por hoy, a otros, sin vacilaciones, busca ayudar.
Ya no es La Bruja, ya es Amanda, la mujer que en Dios todo lo puede.
Fuente: Periódico El Nudillal
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