El nuevo Atlas de Páramos de Colombia incluyó el de Sonsón, que no era considerado en el anterior registro. En general se encuentra en buen estado, aunque tiene varias amenazas.

Como si un mago hubiera dado la orden, la neblina comienza a cubrir rápido, de izquierda a derecha, el cerro Las Palomas, pero no alcanza a ocultarlo del todo.

El tiempo parece detenido y el manto que cubre el pico permanece inmutable.

No es anormal. Es usual en este cerro, que con sus 3.340 metros es el más alto del renovado páramo de Sonsón, orgullo y emblema a la vez de toda la región del sur de Antioquia.

Renovado por un motivo especial: la nueva cartografía de páramos a escala 1:100.000 del Instituto von Humboldt lo reconoce al fin como tal, aunque en toda Antioquia desde el comienzo de los tiempos se habla de su existencia.

No es un páramo cualquiera. Es una cadena de crestas de la Cordillera Central que de este municipio se desprenden hacia Nariño.

Son 8.707 hectáreas las que harán parte de él cuando la cartografía, emproblemada hoy por los intereses mineros en sectores como Santurbán (Santander), sea aprobada.

Carlos Sarmiento, coordinador del Componente de Páramos del Proyecto Fondo de Adaptación en el von Humboldt explica que «los páramos de Antioquia resultan ser muy particulares pues a diferencia de buena parte de la Cordillera Oriental, la configuración de sus montañas provoca que existan zonas paramunas de menor extensión, aisladas entre sí y de los grandes centros urbanos y vías de comunicación, por tanto su reconocimiento ha sido más difícil».

No es fácil distinguir qué es páramo y qué no. La cordillera, desde el alto de La Vieja, otra altura prominente con unos 3.100 metros al este de Las Palomas y que la neblina cubre, aparece caprichosa, como rasgada contra el fondo celeste.

Toda la zona circundante a Sonsón, uno de los poblados antioqueños más tradicionales, es similar: solo las partes altas de las montañas están revestidas con bosques a manera de bufanda natural.

Los nuevos mapas, de hecho, ubican el páramo como una serie de manchas verdes discontinuas a lo largo de la cadena montañosa.

«Hoy aún tenemos dudas sobre sectores de Antioquia. Investigadores muy reconocidos del Instituto de Ciencias Naturales como Julio Betancourt y Paola Pedraza, así como Fernando Alzate, entre otros, están reconociendo nuevas áreas que pueden corresponder a páramo», explica Sarmiento.
La suerte quiso que Edwin Montes, un campesino joven y amable, estuviera al final del carreteable donde el pantano y las cunetas impiden el paso de casi toda clase de vehículos.

De dos caballos descarga más bultos de tomate de árbol que a las 2 de la tarde recogerá un campero.

Desde la capilla, a tres kilómetros del parque de Sonsón se desprende un camino en mal estado de casi 8 kilómetros que se recorren en 45 minutos, vía que cruza por las veredas La Palmita y San Francisco, puerta de entrada a Las Palomas. Edwin dice que hasta donde llegamos no es la mejor ruta, pero se ofrece de guía hasta más arriba de donde se observa, a lo lejos, una pinera talada ya.

Hay que caminar 20 minutos, subiendo y cruzando cercos de fincas «de gente de Medellín que nunca viene por acá».

Cuando alcanzamos los 2.700 metros, el mago suelta su hechizo y la cumbre se tapa. Allá, señala un punto a 400 metros, «hay una planicie bonita, donde se sacaba madera», dice.

«Qué bueno que lo conserven, la gente solo piensa en sacar dinero», casi que musita solo. «Tan duro que le tiran».

La realidad

Fernando Alzate, investigador de la Universidad de Antioquia que ha trabajado el tema indica que este «se mantiene bien conservado, pero tiene el peligro latente del ecoturismo que algunas personas han querido estimular y que resultaría nefasto por la bajísima capacidad de carga de esta minúscula zona».

Pero el futuro no está claro. «Es muy probable y seguro que en muy pocos años los páramos de Sonsón y los del Área Metropolitana se extingan, tanto por su vulnerabilidad actual, generada por factores antrópicos, como por los efectos del calentamiento global: en vista de que no existen mayores alturas en estas zonas, flora y fauna, no tendrán una zona más alta y más fría a donde desplazarse».

Tal es la situación, que aunque Cornare tiene la subregión de páramos dentro de su estructura, el plan de manejo está desactualizado.

Alberto Hincapié vive en La Palmita en su finca desde la cual se divisa no solo Sonsón sino también Aguadas en Caldas. A ella se entra por un remedo de vía de grandes canalones que se desprende de una ye cercana a la escuela.

Este campesino abrió hace 20 años camino hasta la cima de Las Palomas, por el que guía turistas contagiados de naturaleza. El recorrido tarda de tres horas y media a cuatro.

«Uno halla de todo. Está la palma de cera y hay muchas orquídeas», dice. La vegetación típica, el frailejón, a diferencia de la mayoría de los 36 páramos del país, solo habita en la punta.

Luego de vivir toda su vida en la zona conoce bien la historia del páramo, que no difiere mucho de lo que sucedió desde los años 40 con la colonización antioqueña en otros parajes. «De esta montaña vivieron los quemadores de carbón». Cada lunes subían cuatro o cinco a quemar la selva para producir carbón de leña. El dueño de la ladera lo permitía para meterle ganado después. «Sacaban encenillo, roble y cáscara con la que teñían el cuero», recuerda.

No quedó nada. En su remplazo llegaron pastos como el kikuyo. «Las partes altas se salvaron porque las mulas no podían entrar».

Hoy la mayor parte de Las Palomas está cubierto con vegetación primaria y secundaria, tupida, afianzada por los controles de Cornare y la violencia que hace años azotó la región.

Difiere de las áreas de páramo que siguen por la carretera hacia Nariño. Vistas desde el cerro del Cristo, en un boquerón de la cordillera, el monte en ellas parece mucho más denso.

«Acá no habían vuelto a sacar hasta hace unos días: se llevaron unos 1.000 manojos de palma en un carro chiquito».

El von Humboldt no ha divulgado los documentos del nuevo atlas de los páramos salvo la cartografía, pero se conocen datos. El páramo es el 2,02 por ciento del área municipal y su densidad poblacional baja: 0,16. Del 0 al 9,85 por ciento ha sido transformado, siendo la conservación del 46 al 100 por ciento, según el sitio.

La información que inquieta es la protección: 0,26% del páramo está protegido, indicador que concuerda con la falta de programas para la conservación y con lo que dicen quienes han vivido en él.

Hoy la fauna y el agua corren por las laderas. Muchas quebradas nacen encima de los 2.700 metros. De la primera hay guaguas, conejos, ardillas, tigrillos, según Montes.

Y aunque las veredas se surten del agua que nace aquí, la tala de antaño dejó huella perenne. «Ahora en verano se puede cruzar por las quebradas sin botas», relata este.

Al caminar un sendero perdido entre la selva, al otro lado del cerro del Cristo, el camino cubierto con hojas atrapa el agua, señal inequívoca de la función reguladora. El pie no resbala y en el suelo una roca desnuda empapada lo reafirma.

El páramo está vivo.

ANTECEDENTES

LA LEJANÍA AYUDA A LA CONSERVACIÓN

La lejanía de la mayoría de páramos de Antioquia a los centros urbanos y carreteras ha permitido una conservación mejor, aunque la agricultura y la ganadería les han robado terreno de a poco.

En algunas de las laderas del páramo de Sonsón, en particular las que dan la cara a la zona urbana, se observa con claridad la acción del hombre.

Para preservarlo, se insiste en limitar el acceso de turistas, pues no resistiría una carga alta de visitantes.

El páramo es referente cultural por excelencia de Sonsón.

¿QUÉ SIGUE?

SE GANARÍAN 900.000 HAS. DE PÁRAMO

De adoptarse el Atlas de Páramos, su área pasaría de 1,9 millones de hectáreas a 2,8. Los 35 páramos ganarían terreno protegido, más del de Sonsón. En Antioquia, pasarían a tener esta área: Paramillo crecería 335 por ciento, de 1.549 a 6.744 hectáreas; Belmira 883 por ciento, de 1.080 a 10.652; y Frontino 345 por ciento, de 4.034 a 13.921.

Ya comenzó a elaborarse otra cartografía, a escala 1:25.000, en la que aparecerían nuevos páramos.

El crecimiento y lo que implica para actividades como la minería, la ganadería la agricultura y los usos actuales han frenado la aprobación del Atlas a 1:100.000

EN DEFINITIVA

El páramo de Sonsón fue cobijado por la nueva cartografía de páramos de Colombia, con lo cual podrá ser objeto de programas más ambiciosos de protección. Tendrá 8.707 hectáreas en varios parches montañosos.

 Fuente: www.elcolombiano.com – RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ

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