alfonsou4-webMonseñor Uribe, insigne formador y enamorado de su ministerio, tuvo la fortuna de ordenar tres obispos, alumnos suyos: Monseñor Ignacio Gómez Aristizábal, emérito de Santafé de Antioquia; Monseñor Jairo Jaramillo Monsalve, arzobispo de Barranquilla; y a Monseñor Óscar Ángel Bernal, quien fue obispo de Girardota.

En 1990, ya muy cercano a su retiro como Obispo de la Diócesis, decidió fundar el Cabildo Colegial y para integrarlo pidió la renuncia a varios sacerdotes mayores a fin de que disfrutaran de un merecido descanso y se dedicaran más a la oración, viviendo como canónigos en una casa de La Ceja. De esta manera nació el decreto 020 de Julio de ese mismo año, en el que se daba a conocer los nombres de los primeros miembros del Cabildo.

Hombre incansable de testimonio y obras fue Monseñor. Cuando ya se acercaba a la edad límite para entregar su cargo, el clero envió un comunicado a la Santa Sede para que permitiera al señor Obispo continuar en el gobierno de la Diócesis a fin de fortalecer las grandes obras realizadas por él.  Roma atendió la solicitud y le permitió continuar cuatro años más, pero lamentablemente, cuando cumplía 79 años, se vio afectado por un cáncer de colon que lo llevó a la tumba. Murió al amanecer del 15 de julio de 1993. Sus exequias se celebraron en el templo de La Ceja, donde reposan en un mausoleo que dice «En alabanza del Sacerdocio de Cristo», tal como lo deseó. Fuera de su testamento espiritual, dejó una carta pera ser leída el día de sus exequias que entre otras cosas dice: «Fui feliz en mi sacerdocio, no cambiaría una hora de mi ministerio sacerdotal por todas las riquezas, placeres y honores del mundo. Bendigo a Dios que me ha librado de toda crisis de identidad, de fe o de otra índole. No hay dignidad ni felicidad comparable con la gracia de servir como sacerdote al Señor y a su Iglesia». Quiero referir los conceptos de algunas personalidades eclesiásticas en relación al perfil de Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo: Alberto Giraldo Jaramillo, arzobispo emérito de Medellín dijo de Monseñor Alfonso Uribe: «Hombre de Dios, de mucha ciencia, mucha experiencia y desde luego una muy honda vida espiritual».

Monseñor José de Jesús Pimiento manifestó: «Monseñor Alfonso, una persona de espiritualidad profunda y rica en carisma difusivo, un constructor incontenible e infatigable del reino de Dios, un apóstol de creatividad múltiple con tenacidad imperturbable, un pastor insigne por su entrega y generosidad inagotable, un seducido por el Espíritu Santo, hasta convertirse en un comunicador ferviente y apasionado».

Monseñor Flavio Calle expresó: «Es como un padre de la iglesia de nuestro tiempo. Se trata de un reflejo de bondad sobre los beneficiados por su dignificante compañía, por su orientación sabia, por su amistad finísima, por su oración confiada, por sus escritos penetrados de amor a Jesucristo y por su bendición medicinal».

Monseñor Javier Naranjo Villegas, emérito de Santa Marta, se refirió a él con estas palabras: «Alfonso fue un hombre de gran fogosidad de espíritu, un hombre valiente, volcánico, impetuoso, de extraordinaria movilidad y actividad […] Poseía una espiritualidad muy profunda, muy brillante, de un fuego, llamémoslo abrazador».

Monseñor Guillermo Melguizo afirmó: “A Monseñor lo vi como un hombre adelantado a la época, creo que tenía rasgos de iluminado. Fue el padre de la pastoral de pastores y de la formación permanente».

Monseñor Javier Muñoz Mora se expresó así: “A Monseñor Alfonso lo percibí como un hombre humilde, generoso, abordable, comprensivo y acogedor».

Monseñor Alonso Llano, emérito de Istmina – Tadó, dijo: «Monseñor Alfonso tenía una gran capacidad de comprensión y de captar a primera vista la personalidad de los demás; sus respuestas eran rápidas, acertadas, muy justas y llenas de sabiduría».

Por: Mons. Adolfo Duque Arbeláez.

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